El hotel es encantador, las habitaciones luminosas, limpias y muy acogedoras, además huelen fenomenal a lavanda. Tiene un salón en la planta baja con mesas, butacas, libros, juegos.... aunque no hay cafetería, el salón cuenta con nevera, microondas y una máquina de bebidas para poder desayunar. Además cerca del hotel hay pastelería con unos deliciosos bollos. El hotel está muy bien ubicado, céntrico y se puede aparcar muy cerca. El pueblo una pasada. La dueña encantadora, muy servicial y amable. Volveremos.
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