Hotel familiar con muchísimo encanto a un paso de Cazorla, las habitaciones súper amplias y bien equipadas con todo lo necesario y hasta amenities de rituals, otro nivel. Incluso los colchones, no habíamos dormido tan bien en un hotel en mucho tiempo. El trato de Mari Carmen y Ricardo es una maravilla, te hacen sentir súper especial y muy pendientes de lo que necesitas en todo momento. Y qué decir de la cocina, las manos de María José, ese pollo frito a su estilo… buenísimo, igual que las alcachofas. En todos las comidas nos tenían preparada la chimenea para cenar o desayunar junto a la lumbre. Un placer, repetiremos en breve.
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